ENTREVISTA

Martín Casariego, escritor y guionista: «El cine español siempre ha sido llorón, pero muchas veces con razón».

Por Esther Peñas. Solidaridad Cultural, 21 de noviembre de 2016.

Hay muchas cosa que nos reconcilian con la vida. Por ejemplo, un libro. Por ejemplo, Como los pájaros aman el aire (Siruela), la última novela de Martín Casariego (Madrid, 1962), una historia sencilla, con pulso delicado, de las que abrigan y cubren huecos. La novela nos comparte la historia de Irina (mujer distante, indómita) y Fernando (hombre doliente, amable en el sentido etimológico de la palabra), un devenir interrumpido, abrupto, por momentos tierno, intenso en cualquier caso.

-Podría decirse que la novela recoge la tensión entre Eros y Tánatos, y celebro que termine como concluye.

-Cuando escribes una novela puedes hacer lo que quieras, a veces piensas que una historia requiere una final determinado, a veces estás a punto de dejar llevarte por la compasión, pero en esta novela, que podía haber acabado antes, de otro modo, por un lado me apetecía que no fuera así y, por otro, me parece que gana el texto terminando como termina. Pero estoy de acuerdo, la novela es un poco eso, Eros y Tánatos, la lucha que siente quien está muerto y el amor lo hace revivir, y además la lucha por completar dos puzles, uno de un muerto y otro de una viva, para que ninguno de los dos desaparezca del todo, para que queden, al menos, en la memoria de quienes le quisieron.

-Además aparece la paciencia como la cualidad que resuelve, un atributo poco valorado en estos tiempos modernos…

-No está valorada porque hay tantos estímulos que nos volvemos locos, llevamos un ritmo de vida frenético, hace falta parar. Hay un momento en la novela que a mí me gusta mucho, que es cuando ella le pone a prueba, cuando él la está esperando fuera y ella mira por la ventana…

-… dos horas…

-Sí, para comprobar qué tipo de persona es, si le merece la pena esperar. Para leer hay que encontrar calma y tiempo. Vivimos siempre corriendo y llegando tarde a todos los sitios.

-¿Quién nos condiciona más, los vivos, los muertos, o por decirlo de otra manera, el recuerdo, la pérdida, o la esperanza?

-Ambas, hay un momento en la novela en el que el protagonista se había empezado a resignar, vivía más de los recuerdos que las esperanzas. Necesitamos de las dos cosas, esperanza para mirar hacia el futuro, para vivir, y recuerdos para no olvidar lo que hemos sido. En mi caso, no soy solo soy Martín Casariego, de alguna manera, mística acaso, si quieres, estoy hecho de las personas que me han conocido, por eso la muerte de los otros es desoladora. En el caso del protagonista, que no tiene madre, ni padre, se pregunta “¿quién queda que me haya visto de niño?” A veces te sientes solo, con esa sensación de orfandad, que aparece en cualquier momento.

-La importante Lavapiés y Ferraz, dos barrios antagónicos casi como un estado de ánimo, cada uno de ellos…

-Efectivamente, son opuestos. Una de las imágenes de las que parte la novela es cuando él cuenta que se ha separado y que se ha ido a un apartamento, y no es capaz de abrir las cajas con los libros; alguien se ha dejado la biblia, que es el único libro que él tiene a mano. Y también hay una televisión sin sintonizar, una imagen deprimente… quería buscar ese contraste, él viene de un barrio de urbanizaciones con piscinas. Anímicamente él está muerto y va a un barrio que es lo contrario de donde él venía, llega a Lavapiés, donde él comienza a revivir.

-¿Cuánto olvido es necesario para poder vivir?

-También mucho, nuestra vida es una contradicción. Él lamenta cuánto y qué pronto olvidamos, lo bueno y lo malo. Necesitamos recordar y olvidar. Lo que recordamos muchas veces es inventado, la memoria es algo muy traicionero, pero hay que recordar a los que estuvieron cerca de ti, porque eres eso.

-¿Dónde se esconde el amor?

-Jajaja… qué bien juega al escondite, se esconde y no lo vemos. Muchas veces solo está dentro de uno, otras veces no lo ves porque no estás en exposición, otras veces crees verlo y no estaba, lo pusiste tú… en cualquier caso no hay que buscarlo, tiene que aparecer y surge cuando aparece la persona indicada y tú estás en disposición, solo entonces.

-¿El amor siempre es eso, “un ángel y una herida”?

-Esa frase, que la dice ella, me gusta mucho y creo que sí, participa de todas estas contradicciones, tiene mucho de eso, ángel en el sentido de que el amor cura la herida de otro amor fallido, tantas veces.

-Aparte del vals de ‘Las montañas de Manchuria’, ¿qué otra banda sonora pondríamos a este texto?

-Se cita a Leonard Cohen, que es muy tristón, pero muy lírico, muy intenso, y me encanta.

-También a Abba, la otra cara de Cohen…

-Lo cita ella, es cierto; a mí me gusta Abba, pero me quedo con Cohen.

-¿Cuándo empieza uno a vivir en blanco y negro?

-No sé si son cosas que nos inventamos, pero parece que hay un momento que ya has visto todo lo que tenías que ver, que ya no tienes ilusiones, y las que tienes no las vas a alcanzar, por tu edad, por tus posibilidades, etc. Son etapas en la vida, desde luego la juventud influye, después te vuelves más sobrio y más tristón, a medida que vas cumpliendo años. A veces esa idea del desánimo, nos enferma. Pero él consigue que vuelva el color a su vida. 

-Si Fernando no hubiera encontrado el amor, ¿qué hubiera sido de él?

-Se hubiera sumido en una vida en blanco y negro, con esa idea de vivir más del recuerdo que de las ilusiones.

-¿Es más fácil o más difícil enfocar la realidad con las gafas de otros?

-… la realidad hay que enfocarla con las nuestras, pero nos viene bien a veces las miradas de los demás, para todo, para juzgar a la gente, para escribir, para vivir. Por eso antes de entregar los libros a la editorial se los dejo leer a otras personas, porque te descubren cosa que no estaban, otras que podían estar, etc., la mirada de los demás es muy importante para todo.

-¿Qué es lo que más le gusta de Irina y Fernando?

-Me gustan los dos, de él, que se levante, sin caer en lo naif, porque lo naif es falso, que se levante teniendo los pies en el suelo, y que recupere la capacidad de vivir en color; de ella, por sus principios, por sus valores, el que quiera que se sacrifiquen por ella.

-Ella en su fragilidad…

-Piensa que es idiota cada vez que se da cuenta de que está enamorada, por eso se cita a ‘Romeo y Julieta’, porque hay obstáculo en la historia de amor. Me gusta la una imagen de un jarrón de porcelana en una habitación en la que hay unos niños jugando a la pelota o la imagen de una mujer dentro de la armadura de un caballero. Ambas la definen muy bien. 

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