ENTREVISTA

El rincón del escritor: Martín Casariego.

Por Jesús Palacios. Qué leer, enero 1999.

-¿Por qué escribe?

-Creo que lo hago por ambición: la ambición de emocionar a alguien, aunque yo nunca lo sepa (y además, creo que es mejor así), y de compartir algo: algo que yo sé, o que he sentido, o que he visto, o, incluso, que no sé. En fin, la ambición de conseguir lo que otros han conseguido conmigo.

-¿Es escribir una obsesión?

-A veces. Cuando estoy muy metido en una novela, sí me obsesiono. Y entonces, descuidas un poco otras cosas…

-¿Escribe también por dinero?

-No. Pero si me hubiera preguntado, por ejemplo, ¿publicaría una novela en una editorial que no le pagara?, también hubiera contestado que no. Ya ve qué fácil es ganar un referéndum…

-¿Cómo suele escribir?

-Hago una primera versión a mano, la paso al ordenador, y a partir de ahí, corrijo hasta hartarme.

-¿Tiene un horario fijo?

-No muy estricto, ésa es una de las grandes ventajas que tenemos los escritores. En cualquier caso, casi siempre de día. De noche me entran demasiadas ganas de dormir…

-¿Escucha música cuando escribe?

-No. Soy un poco bruto: o escucho música, o escribo. Sinceramente, mi cerebro no da para las dos cosas a la vez. Hombre, sí puedo escucharla cuando estoy haciendo algo más mecánico, pasar al ordenador lo escrito a mano, por ejemplo…

-¿Qué tipo de música le gusta?

-Cualquier cosa menos el chunda-chunda-vamos-vamos.

-¿Cuántos folios escribe al día?

-Depende. No me paro cuando llego a dos, ni me asusto si escribo seis, nunca he llegado a veinte…

-¿Le cuesta escribir fuera de su rincón habitual?

-No, si es un sitio en el que hay tranquilidad. Otra de las grandes ventajas de escribir: tú, un bolígrafo, un papel, y tranquilidad.

-¿Inspiración o disciplina?

-La una sin la otra valen bien poco.

-¿Corrige mucho?

-Muchísimo. Corregir es lo que más me divierte, al principio; después, es lo más obsesivo, lo que más hace sufrir, y cuando ya estoy harto de mi propia novela, y no estoy muy seguro de que sucesivas correcciones la mejoren (porque, como es lógico, al corregir también se puede empeorar), la doy por terminada.

-¿Siente miedo a la hoja en blanco?

-Nunca lo he sentido. Sin embargo, ahora, cuando estoy a punto de terminar una novela que llevo años escribiendo y que es muy importante para mí, y creo que para mi obra, La primavera corta, el largo invierno, me pregunto qué haré después. Es un miedo un poco prematuro, pero por primera vez le veo las orejas al lobo. Supongo que lo único que ocurre es que necesito unas vacaciones.

-¿Qué objetos de su rincón le inspiran?

-Me inspira todo, menos lo que hay en mi rincón, que es una especie de feo desorden de papeles, una impresora y un ordenador. Hay un caballo-balancín que de vez en cuando miro, para recordar siempre que la última cualidad importante de una novela acaba siendo la totalidad, el equilibrio. Donde a menudo escribo a mano ya hay más donde mirar: el cielo, libros, cuadros…

-¿Cómo escritor se siente voyeur?

-Creo que los escritores somos menos voyeurs de lo que la gente cree. Es cierto que lo que vemos y oímos nos inspira, pero tiene que prender dentro. Por eso, casi siempre son inútiles los argumentos que a veces nos ofrecen. A veces alguien me ha dicho: mira lo que me ha pasado, o mira cómo es mi vida, y creen que me están regalando una novela… Si yo lo viera con su pasión, claro que sí, pero… Una novela es mucho más que un argumento, que cincuenta anécdotas, incluso que un sentimiento…

-¿Qué piensa del fenómeno de los jóvenes escritores jóvenes escritores?

-Creo que se está publicando mucho, bueno y malo (igual que sucede con los mayores, por otra parte). Me parece mal que la juventud en sí se considere un valor positivo, pero también que unos cuantos cascarrabias refunfuñen sin haberse tomado antes la molestia de leer lo que critican. Por desgracia, se habla bastante más de lo que se lee.

-¿Se siente arrastrado por sus personajes?

-En realidad, es mejor que los personajes te arrastren a que tengas que arrastrarlos tú a ellos, porque entonces significa que estás escribiendo de manera forzada. Pero, como decía antes, lo importante es la totalidad: nunca hay que permitir que un personaje eche a perder una novela. Así que creo que hay que darles libertad, pero por los caminos que tú has trazado.

-¿Le cuesta encontrar títulos?

-Lo de los títulos es algo muy curioso… ¡El título es la frase más importante de una novela! Con los títulos me ha pasado de todo, pero en general no me ha costado demasiado encontrarlos… Desde luego, no más que la propia novela…

-¿De dónde saca sus argumentos?

-De todas partes: de lo que veo, lo que leo, lo que imagino, lo que oigo… aunque, como decía antes, tienen que prender en uno, todo lo más son semillas, pero tienen que caer en tierra, y luego hay que regar. Unas veces me ha inspirado una noticia, otras ha sido al contrario: algo disparatado que yo había escrito lo he visto en la realidad un par de años después, como las clases de ligar de Alfi, el protagonista de Algunas chicas son como todas…

-¿Piensa en los lectores al escribir?

-Los lectores son una entelequia, no existen como unidad… Pienso en mí como lector, lo cual no deja de ser otra entelequia… Creo que la única forma sensata de escribir es haciendo lo que a uno mismo le gusta. Eso lo pensaba al principio, y estos años no han venido sino a confirmármelo. Como ves, no he aprendido mucho…

-¿Da a leer sus obras a alguien antes de publicarlas?

-A mis hermanos y a mis padres, siempre. Y sé que gracias a ellos mis novelas son mejores.

-¿Se arrepiente de alguna de sus obras?

-No, pero no por aquello de sostenella y no enmedalla, sino porque jamás he publicado algo precipitadamente. Por otra parte (porque su pregunta se puede entender al menos de dos maneras), siempre he querido cambiar, explorar nuevos caminos, temas o estilos, no repetirme: eso es lo que me hace seguir sintiéndome vivo como escritor.

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