CUENTO INFANTIL · A partir 6 años

Pisco pasea por la ciudad

Anaya, Colección El Duende Verde, 1996. Ilustraciones de Avi

Pisco tiene una hermana pequeña y un hámster. Una tarde, los padres tienen que asistir a una boda y contratan a Margarita como canguro. Durante un paseo por la ciudad, Pisco y Margarita se encuentran con unos mimos, persiguen a un ladrón… y ella le cuenta historias de piratas.

Carta al lector

Yo escribo cosas para gente mayor, y ésta es la primera vez que escribo para niños. Hay gente mayor que opina que los niños sois tontos, o mejor dicho, que no os enteráis de muchas cosas. Como yo tengo algunos sobrinos, me he dado cuenta de que no es así. Por eso he intentado escribir no para gente que no se entera de las cosas, sino para niños. En realidad, aparte del tamaño, la mayor diferencia entre los mayores y los pequeños -bueno, no tan pequeños: ¡ya sabéis leer!- es que los pequeños sois más libres y más fantasiosos. Como yo ya soy mayor (tengo la misma edad, por ejemplo, que el Capitán Caimán y, aunque soy más joven que el Capitán Diente Negro, y no digamos que el Almirante Mar de Fondo, que ya tiene el pelo blanco, soy más viejo que Marisa del Cerro), os diré que opino que eso no siempre es mejor.

De cualquier manera, yo he querido escribir con mucha libertad, pero, por eso de ser mayor, no sé si he podido. ¡Me gustarla saber qué hubiera escrito Pisco, por ejemplo!

Pero ya os dejo con Pisco y Margarita, la chica que le cuida durante unas horas. ¿Qué van a hacer? Me parece que se van a dar un paseo por la ciudad. Seguro que se toman algún helado, porque ya empieza el calor… Yo les diría que tuvieran cuidado con las cacurcias y con los ladrones, pero me parece que ya no pueden oírme… No, ya no pueden oírme…

Primera página

Pisco cambió el agua de su hámster y le echó comida. Sus padres se iban a una boda. Su hermana, Anita, se había ido a casa de su vecina, a jugar con su amiga Diana. Él se quedaba solo y sus padres habían llamado a una chica para que le cuidara. Qué tontería, como si él no fuera lo bastante mayor para quedarse solo… Pero sus padres se habían empeñado, y cuando sus padres se ponían más tercos que mulas, había que darles la razón, porque si no, se enfadaban.

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