NOVELA
Mi precio es ninguno
Plaza&Janés, 1996; Espasa Calpe, 1999. Prevista la reedición en Siruela, dentro de la Serie Max Lomas, para 2021
La desaparición de tres kilos de cocaína es la excusa para narrar una historia de amor cargada de pasión, venganza y lealtad entre Max «El cojo» y Elsa, mediante una trama de bajos fondos, gente peligrosa y tratos ilegales, en la línea más tradicional de la novela negra al estilo de Dashiell Hammett o Raymond Chandler.
Max, que ha vivido y parece vivir sólo para la decadencia, suele matar su tiempo en un bar cutre de la noche madrileña. De pronto, como una ráfaga de vida, aparece una mujer despampanante que él recuerda muy bien: Elsa fue su gran amor y la causa de su ruina seis años atrás. Ella lo traicionó, o por lo menos eso cree Max. Sin embrago, las cosas no son tan sencillas y Elsa intentará explicárselo, aunque los hechos contradicen su versión: ella sigue viviendo con García, el traficante que dejó cojo a Max. Y éste está dispuesto a vengarse de él y de sus matones…
El autor logra una historia mordaz, irónica y brutal, que se sustenta en un agudísimo sentido del humor y constituye un singular homenaje a los grandes temas del hombre y la narrativa de todos los tiempos: la lealtad, el amor, la traición y la muerte.
Visión personal
Tenía ganas desde hacía tiempo de escribir una novela de género negro, algo que se traslucía en Algunas chicas son como todas, en la que Pablo lo está haciendo. Es una de las novelas con cuya escritura más he disfrutado. Creo que es la más cinematográfica de todas (aunque también creo que en ocasiones hay cierta ligereza cuando se dice de algunas novelas que son más cine que literatura). A mí me gustaría ser como Max, aunque algo menos borracho y, desde luego, con mejor suerte, y Elsa y García son dos personajes que me encantan; no es extraño, pues, que de cuando en cuando me asaltaran tentaciones de volver a ellos, a la época en que se conocieron, se enamoraron, se hicieron amigos y se separaron.
Mi precio es ninguno es una novela claramente deudora de toda una tradición, con sus reglas propias. Espero que tenga algo original. Al principio el título era otro, pero en Plaza&Janés tenían problemas jurídicos con el de otra novela, y lo tuve que cambiar, pues me dijeron que ya había una película de título idéntico al mío. Un par de años después comprobé que la tal película tenía un título simplemente parecido, y además, en su traducción, y no en su versión original. Una pequeña lección: a veces se ven fantasmas donde sólo hay sombras. De todas maneras, me gusta el título con el que se ha quedado, y lógicamente no quise cambiarlo cuando se publicó en Espasa.
En cuanto a las tentaciones que me asaltaban, acabaron cristalizando muchos años después en la Serie Max Lomas. Ahora el lector puede saber qué había pasado entre Max y Elsa antes de su reencuentro en El Gato Azul. Para ello, sólo tiene que adentrarse en Yo fumo para olvidar que tú bebes (Siruela, 2020).
Críticas
Primer capítulo
El reloj de la pared marca las ocho menos siete. Elsa lleva ya ocho minutos de retraso. Es uno de los días más cortos del año, y hace un par de horas que el sol ha tomado las de Villadiego. A veces pienso que si en diciembre viéramos en blanco y negro, no nos daríamos cuenta. Mírenme. Tengo buena facha, ¿verdad? Bien vestido y bien afeitado. Se nota que los zapatos son de estreno. No hace ni setenta y dos horas mi pinta era bastante peor. Es increíble lo que puede hacer el amor de una mujer por el aspecto de un hombre. Aunque la cicatriz en el cuello sigue igual, claro. Ni siquiera Elsa o Rosa son capaces de cambiar una cosa así.
-Un whisky con hielo. Dos dedos de whisky, si me haces el favor.
Pongo los dedos junto al vaso, para marcar la medida. El camarero, un adolescente escuchimizado, no se pasa ni media gota, no sé si porque una mano con tres gruesos anillos le infunde respeto, o porque tiene instrucciones de ahorrar. Miren mis ojos… ¿Qué ven en ellos? Sea lo que sea, seguro que otra cosa que lo que hubieran visto hace seis años. Hace tan sólo tres días, yo estaba sentado en este mismo taburete. Aunque no tode estaba igual. Por ejemplo, había un espejo cerca del reloj, que taparía esos dos agujeros que se ven ahora. Sobre el dintel de la puerta, ahora vacío, había una figura de porcelana de un gato pintado de azul. Pero hay dos cambios mucho más importantes: yo no esperaba a Elsa y el camarero era Toni, en vez de este palillo de Sabas. Y ya he dicho que mi aspecto era bastante peor…