ENSAYO

Con las suelas al viento

La Línea del Horizonte, 2017

Grandes personajes de todos los tiempos pasados por el tamiz literario del escritor Martín Casariego. Si la historia del viaje es la de una persistente incomodidad: la de permanecer quieto y la de convencerse de que siempre se está mejor en otra parte, nada mejor para ilustrarlo que esta galería de esforzados trotamundos, valerosas viajeras en busca de otras culturas y personajes nada comunes que escribieron la gran Historia pero también pequeñas historias insólitas. Hombres y mujeres excepcionales seducidos por la magia del horizonte y el secreto de la vida intensa. Así asoman a estas páginas desde entusiastas viajeras de la antigüedad, como Egeria; a exploradores, peregrinos y navegantes de todo tiempo como Marco Polo, Ibn Battuta, Hernán Cortés, Domingo Badía, Richard Burton, Sven Hedin o Roald Amundsen y mujeres fuera de lo común, para las que el viaje siempre fue una doble aventura, desde Mary Wortley Montagu, a Alexandra David Néel o Ella Maillart, con la que se cierra este elenco de personajes fuera de lo común.

Primera semblanza

Hannón e Himilcón, entre el Mito y la Historia

Los fenicios, pueblo de mercaderes originarios del Líbano, se extendieron por el Mediterráneo colonizando el norte de África, Sicilia y España. Una de sus colonias, Cartago, llegó a rivalizar con Roma. Inventores del alfabeto, considerados en el mundo antiguo como los más expertos marineros, por la noche se guiaban por la Osa Mayor, conocida con el nombre de Estrella Fenicia. En sus naves había pintados dos ojos, para permitir al barco ver la ruta y causar terror a los enemigos.
Herodoto habla de un viaje fenicio, sufragado por el faraón Neco, entre los siglos VII y VI a.C., que habría dado la vuelta completa a Libia (África). Según el historiador griego, «La Libia se presenta a los ojos en verdad como rodeada de mar, menos por aquel trecho por donde linda con el Asia. Este descubrimiento se debe a Neco, rey de Egipto […] despachó en unas naves a ciertos fenicios, ordenándoles que volviesen por las columnas de Hércules al mar Boreal o Mediterráneo hasta llegar al Egipto. […] así que venía el otoño salían a tierra en cualquier costa de Libia que les cogiese, y allí sembraban y esperaban hasta la siega. Recogida su cosecha, navegaban otra vez; de suerte que, pasados así dos años, al tercero, doblando por las columnas de Hércules, llegaron al Egipto, y referían lo que a mí no se me hará creíble, aunque acaso lo sea para alguno, que al rodear Libia tenían el sol a su derecha”.

En la costa atlántica africana los fenicios buscaban oro. Según Herodoto en el Sáhara se practicaba el comercio mudo: los mercaderes dejaban sus productos y se retiraban; los indígenas una cantidad de oro, y desaparecían. Cuando una de las dos partes aceptaba la oferta de la otra se la llevaba y dejaba la suya sin tocar. A fines del s. V a.C., un viajero cartaginés dejó un texto que, aunque verosímil, nos ha llegado a través de sucesivas copias y, por lo tanto, muy distorsionado. Hannón habría llegado a una tierra de elefantes, y después, a otra de hipopótamos y cocodrilos. Más allá, en un lugar en el que la lava de un volcán alcanzaba el mar, cazó bestias peludas a las que sus intérpretes llamaban «gorilas”. Ese volcán podría ser el monte Camerún.

Por los mismos años, otras fuentes hablan del viaje por el Atlántico de otro cartaginés, Himilcón. Aunque se aporten datos fantásticos, como la existencia de monstruos, se habla de grandes masas de algas (podría ser el Mar de los Sargazos) y de latitudes donde no sopla el viento (el Frente Intertropical). Pero las referencias son tan vagas, que según otros, habría costeado la Península Ibérica y Francia para llegar a Cornualles.

Aunque es indudable que los fenicios, dominadores del Estrecho de Gibraltar, fueron los primeros en salir del Mediterráneo hacia el Atlántico, es imposible saber si realmente circunnavegaron África, adelantándose en casi dos mil años a los portugueses, si Himilcón llegó hasta el Camerún, o si Hannón conoció el Mar de los Sargazos o avistó Cornualles. Sus viajes prodigiosos se mueven así entre el Mito y la Historia.

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